Con 76 años de vida, El mocho, como era conocido en el mundo futbolístico, recuerda con gran nostalgia los 10 años que milito en el Deportes Tolima, los cuales hicieron que en 1962 fuera parte del seleccionado colombiano que fue al mundial de Chile.
Nacido un 25 de enero de 1933 en Belén, Antioquia; Álzate vivió sus primeras pasiones con el balón en un equipo de barrio llamado Nutivara de la ciudad de la eterna primavera, de donde surgió su apodo del mocho; “yo jugada descalzo para no dañar los zapatos o sino mi mama me regañaba, y un día me tropecé un dedo del pie con una piedra, y cuando iba a jugar Octavio Calle, un compañero; me molestaban diciéndome que me iba a quedar mocho porque me tenían que quitar el dedo; y así me quede para siempre… el mocho”. Asegura con melancolía el ex central del Deportes Tolima.
Luego de descubrir su gran amor por el “deporte rey” integro un equipo aficionado de Antioquia denominado Vicuña en 1953, para después ser parte de la selección Tolima que represento al departamento en los juegos nacionales de 1955; pero luego llegaría a la ciudad del Espinal a probar suerte en 1956, y al no ver progreso alguno se devolvió a su natal Antioquia y tres meses después, se devolvió a Ibagué para que en 1957, comenzara a ser parte del vino tinto y oro. “Yo comencé desde delantero y hasta arquero fui, pero lo que mejor hacia era ser zaguero central y en ese entonces yo era el del Tolima vistiendo la camiseta número dos” Cuenta la histórica gloria pijao.
Sin embargo la mayor alegría de su carrera llegaría en 1962 cuando fue llamado a la Selección Colombia que representaría al país en el mundial de Arica, Chile “en ese entonces vestir la camiseta de la selección era el mayor orgullo para uno de futbolista uno si lo hacía con amor y era un honor, no como ahora que eso ya es un negocio”. Opina Álzate.
De esta manera Aníbal Hernán Álzate, paisa de nacimiento y pijao de corazón vivo la gran parte de su carrera futbolística amando ardorosamente al Tolima que en ese entonces empezaba a vislumbrar lo que hoy es el centro de alegrías y tristezas. “en ese entonces nos matábamos por $50 pesos y si empatábamos solo nos daban $25, pero portar la camiseta era sinónimo de coraje y amor por el equipo” dice el ex futbolista.
Hoy por hoy vive en Ibagué con su esposa Inés, con la cual tuvo dos mujeres y un varón, además de tener dos nietos que le siguen los pasos futbolísticos.
CAMPAÑA GLORIAS DEL DEPORTES TOLIMA
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