Robin Ramírez siempre está tomando mate. El agua fría, las hierbas y los remedios —ingredientes de la bebida tradicional de su país— tienen un lugar muy especial en su nuevo apartamento en Ibagué. Antes de hablar sobre su buen rendimiento este semestre con el Deportes Tolima (cuatro goles en seis partidos), estaba tomando un poco de mate y escuchando cumbias junto con su compatriota y compañero de equipo, el arquero Anthony Silva. Su nuevo hogar es el único pedazo de la Paraguay que tanto extraña, la que dejó en diciembre para sumarse al club pijao en su primera experiencia en el exterior.
El vicepresidente de Libertad, club dueño de sus derechos deportivos, lo interrumpió en un entrenamiento con el equipo y le dijo que debía empacar maletas porque se iba a préstamo a un club de Colombia. “En la selección, Anthony me hablaba muy bien de este país por el trato de la gente. Del equipo me dijo que pelea cosas grandes y yo ya lo había visto en Libertadores. Y de la hinchada comentó que era muy fanática”, dice este delantero nacido hace 22 años en Ciudad del Este, en Paraguay.
A su llegada le impactó el folclor colombiano. Es que Robin es parco y corto en palabras, el idioma que más habla es el guaraní y su español es por poco indescifrable. Probó la lechona y el agua de panela y quedó fascinado. Vio bailar salsa y vallenato a sus compañeros de equipo y al no poder emularlos prefirió quedarse con el reguetón y la música electrónica.
En la cancha, “yo no entendía cuando Cristian Marrugo (volante cartagenero del Tolima) me decía: toca esa vaina, caremondá. Ahora eso se me pegó también, aunque sigo maldiciendo en guaraní para que los árbitros no me llamen la atención”. Y continúa: “Me siento muy bien acá y en el equipo me la llevo bien sobre todo con Marrugo, Silva y con el argentino Paolo Frangipane. Pero en general es un grupo muy divertido y acogedor”.
Pese a que está cómodo en el país, el recibimiento no fue el mejor, pues a los pocos días asesinaron a su representante Rodrigo Riquelme, quien murió por una sobredosis de escopolamina en un sitio público de Ibagué, donde por esos días ultimaba detalles del traspaso del jugador. Robin estaba concentrado con el plantel cuando escuchó la noticia por radio.
“Fue una lástima eso, porque él era amigo primero que agente, y además ahora me tengo que representar a mí mismo. Pero realmente la estoy pasando muy bien acá. En lo deportivo las cosas están saliendo y a pesar de que el equipo no está jugando del todo bien, somos líderes y yo estoy anotando”, asegura Ramírez, quien prometió marcar mínimo 12 goles este semestre con el cuadro dirigido por Jorge Luis Bernal.
Lo comparan con ‘El Pipino’ Cuevas
Robin Ramírez creció en un humilde hogar sólo con su mamá y su hermana mayor, pues nunca conoció a su padre a pesar de que lleva su apellido. Se crió en Ciudad del Este, la segunda región de su país, que limita con Argentina y Brasil.
Se inclinó por el fútbol desde muy pequeño porque su tío Enrique, jugador aficionado, lo motivó. A los 13 años salió por primera vez del país a un torneo infantil realizado en Brasil, en el que su equipo quedó tercero y él marcó dos goles. “Entonces me animé a quedarme y probar suerte en el Cruzeiro. Pero no me pude hallar. Belo Horizonte quedaba muy lejos de mi ciudad, no entendía el idioma —ahora sí—, me sentía muy solo y extrañaba a mi mamá, por eso regresé”, recuerda este delantero de 1.71 metros, que en su patria es comparado con Nelson El Pipino Cuevas, exjugador de River Plate y de la selección paraguaya, por la velocidad y la contundencia. “Aunque también me parezco a Salvador Cabañas, mi ídolo”.
Un año después viajó a Asunción a probarse con Libertad y se quedó viviendo en la pensión del club, que le exigía graduarse al menos como bachiller. Disputó con la selección nacional el Suramericano Sub-20 de Venezuela en 2009, donde marcó cinco goles. Y luego actuó en el Mundial de la categoría en Egipto, donde la albirroja cayó en octavos de final y Ramírez no marcó en tres juegos que fue titular.
Tras su regreso fue cedido a préstamo al Rubio Ñu y fue el goleador del equipo con 12 tantos en el Apertura del año pasado. En octubre debutó con la selección de mayores contra Perú, en la primera fecha de las eliminatorias a Brasil 2014. Jugó 55 minutos en el compromiso que perdieron los suyos 1-0 en condición de visitantes.
“Yo espero que me sigan teniendo en cuenta en la selección. De hecho, ahora que estamos ganando con Tolima y yo anotando, me han llamado periodistas de Paraguay, aunque no tanto como a Anthony, que ha venido siendo convocado. Eso sirve para promocionar. Quiero ganarme un puesto trabajando muy duro acá”, dice Robin, que cumplirá 23 años en noviembre.
Acepta que su equipo no convence con su forma de jugar, a pesar de que marche colíder del torneo con 13 unidades, las mismas que Huila. “Esperamos encontrar un estilo contra Real Cartagena el domingo (por la séptima fecha). Pero seguro que estamos para pelear este semestre”, concluye el goleador, antes de volver a poner su boca en la bombilla y seguir tomando mate junto a Silva.
Juan Diego Ramírez Carvajal – El Espectador 5 de marzo de 2012